Adentrarse en el verde bajo la mirada de las vacas, y los
pájaros que anuncian la llegada de visitantes; sin dudas, obliga a bajar la
guardia. La calma apacigua el corazón y despierta los sentidos.
Lo primero que se ve es una extraña construcción, una
infinidad de triángulos que apuntan al cielo. Adentro de esta no-iglesia yace
la perla: una pirámide blanca conformada por los retazos de vida de más de 40
mujeres. Historias de amor, varias
generaciones que se reencuentran y resignifican sus vestidos de novia. Los
tejidos quebrantados evidencian la fragilidad de los vínculos, el reencuentro
con esa pieza que más que un vestido, es un pedazo de vida, un ser orgánico que
transitó de la ilusión a la decepción, y que en otros fue el inicio de la
felicidad compartida.
La melodía que llena este particular espacio nos transporta
al deseo, al punto cero, el lugar de partida, es la vida palpitante con sus
notas grises. La hermosa composición de Dany López, el amor y compañero de
Alejandra González Soca, se ve iluminada por la performance sonora de Alejandra
Genta quien dulce y perspicazmente ingresa en la composición de Dany. En ese
momento el participante ve sus sentidos estimulados, el corazón se regocija,
las sonrisas se dibujan en todos los rostros.
Lo más hermoso de este trabajo es que todos
podemos sentirlo, a todos nos habla, cualquiera puede comprenderlo,
interpretarlo libres del yugo snob que caracteriza a gran parte del arte
contemporáneo.
Luego conocimos a Pocha y a Rosana, madre e
hija, ambas le prestaron a Ale sus preciados vestidos. Curiosamente el esposo
de Rosana se llama igual que mi pareja, se casaron en la iglesia de la misma
calle en que nosotros vivimos. Todo se triangula, se conecta, “Hilo Partido”
tejió los lazos de muchas mujeres y hombres, esta instalación viva acaricia el
alma.
En raras ocasiones, uno se va de un vernisage
con algo, en esta oportunidad me fui con un amor intenso por la vida, con
infinidad de inquietudes sobre lo que significa ser mujer, sobre las joyas
arquitectónicas casi olvidadas y hasta desvalorizadas, sobre la aburrida
dinámica que manifiestan tantos artistas contemporáneos. Pero también, me voy
feliz y optimista, con la esperanza de que más Alejandras y Danieles
embellezcan la vida con arte que conmueve, inquieta, que nos despierta del letargo y nos conduce a
repensarnos.
Paula Barrera
Socióloga, pisciana, colombiana, a ratos disfruta jugar con las
palabras o con los pinceles.